La suerte me ha abandonado, al igual que mi anillo. La cita con los ángeles acabó en desastre, fue una total ruina. Por razones de salud nuestro ángel
Gemminola se descartó por motivos de salud, con la consecuente caída del ángel
Yrun. Así pues nos quedamos la soldadita y yo, cenando en su casa, hablando de amor y desamor, intentando fijar metas y estrategias que no llevan a ninguna parte, regodeándonos en nuestra “soledad acompañada”, la dignidad que nos dan nuestros trabajos… con tanto hablar se nos hizo tarde y llegó la hora de la inspección en la sala de baile.
Allí libramos una dura batalla, el acoso de los aguiluchos era constante, no paraban de atacar con sus picos agudos, aleteaban a nuestro alrededor como si con ello lograsen abatirnos… A medida que la noche pasaba ya no les afectaban los ataques mortíferos de nuestras violentas miradas y seguían acercándose más y más…
Finalmente tuvimos que huir de allí porque el acoso era insoportable, sobretodo para la soldadita que lo de la mirada violenta aún no acaba de dominarla… Así pues, no encontré al príncipe
Sawyer y por lo tanto no encontramos el anillo.
Pero la historia no acaba aquí… el acoso de los aguiluchos nos siguió hasta llegar a nuestros carruajes… hasta que otro príncipe con su cabello rubio y ojos azules los acabó de espantar. Nunca pensé que iba a dar tanto de sí darle un pitillo a un desconocido… ummmm!!!!
En conclusión, me quedé sin anillo. He colgado este cartel por si algún día alguien lo encuentra y me lo quiere devolver, será gratamente recompensado en especies.
Lo peor de todo esto, no es el hecho de haber perdido un anillo, el problema es que es el símbolo de que estoy empezando a perder cosas importantes para mí, de que en realidad, la que está perdida soy yo.
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